Hay quien no cree en los milagros. Quien piensa que los ángeles no existen. A nosotros ya no nos es posible pensar así, porque hemos vivido de cerca uno de esos milagros, y hemos sido testigos de excepción de sus consecuencias.

El proyecto Serendipia se concibió en base a una apuesta arriesgada. A un acto de fe. En base a pensar que estudiantes de la universidad dirían sí al desafío inmenso de entregar su tiempo y su dedicación a las personas de la Fundación. Sabíamos que la propuesta podría generar dudas o miedos, pero esperábamos dar con personas especiales que aceptaran el reto y diesen un paso adelante. Y nos equivocábamos al pensar que Sergio y Raquel serían esa clase de personas cuando se propusieron a sí mismos para ser mentores de Serendipia. En realidad, eran ángeles.

Los días con ellos no han hecho más que confirmarlo. Nos han obligado a creer en los milagros. Entrega generosa, dedicación constante, dulzura y cuidados sin reservas… Un despliegue permanente de cualidades personales que iban mucho más allá de lo que se les pidió inicialmente, y de lo que cabía esperar de la figura de mentores para la que se enrolaron en esta aventura.

Serendipia está y estará para siempre impregnada de ellos. Del legado que han dejado en las personas con las que han convivido, en el equipo de profesionales y en la organización al completo. Una impronta imborrable por la que no podemos más que estar agradecidos desde lo más profundo.

Estos dos pares de alas acaban ya su periodo de estancia en el hogar, pero no abandonan el proyecto porque Serendipia ha sido y será siempre su casa. Así quisimos hacérselo saber, y por eso fuimos juntos en la noche de las Perseidas a colocar su historia en el cielo.

Desde esa noche, para nosotros, en el Cisne brillan sus nombres en las estrellas Deneb y Albíreo. Las dos estrellas más brillantes de una constelación que simboliza todo lo bueno y extraordinario de la amistad y de la entrega generosa a los demás. Ahí les hemos colocado, para que no se olvide su historia en Serendipia, y para poder evocar lo vivido con ellos en las noches cálidas de verano.

Desde la Fundación nos queda desearos lo mejor para el futuro, que os reserva seguro grandes momentos, porque es sin duda justicia existencial. Porque eso sois vosotros; enormes, chicos. Sois gigantes.